Una boda siempre es una buena noticia. Nunca supe por qué hasta que mi hija se convirtió en novia.
Sí, soy la madre de la novia. Y estoy aprendiendo a soltar.
Debido a que mi hija está estresada, quiero consolarla tal como lo hacía cuando era pequeña, pero ese papel ya no es exclusivamente mío. Por lo general, sabe cómo calmarse o puede hablar con el hombre con el que se va a casar. Mi trabajo es continuar amándola y extender su amor a él, su futuro esposo. ¿Puedo hacer esto? ¿Puedo hacerme a un lado con gracia? Lo haré porque la amo.
Las novias tienen que ver con el amor. Lo primero y más importante es el amor entre la nueva pareja y lo que crearán juntos. Ellos son la esperanza para el futuro. Pero también existe lo que yo llamo amor circundante: el amor de los padres, el amor de los miembros de la familia y el amor de todos los amigos, viejos y jóvenes, que vienen a celebrar el matrimonio de los novios. Tradicionalmente, los padres «regalan» a su hija. El padre o la madre y el padre acompañan a la novia por el pasillo y se la entregan al novio. Ellos «lo regalan» y luego se hacen a un lado.
Hace años asistí a una boda en la que el padre de la novia permanecía inmóvil, con la mano agarrando con fuerza el brazo de su hija. El novio esperó pacientemente, pero no pasó nada. Finalmente, al otro lado del pasillo, su esposa gritó: «Charlie, déjalo ir».
Con su vestido de novia y su velo, mi hija caminará por el pasillo para encontrarse con el hombre que ama. Retrocederé y este será mi regalo para ella.
Foto de archivo de Robby Mueller (licencia CC)
